viernes, 19 de noviembre de 2010

POBRE PERO FELIZ

Hoy vamos a jugar. Yo os doy unos datos y a ver qué os transmiten:

-Democracia más joven del mundo en 2008
-Aislado reino del Himalaya
-Televisión e Internet en 1999
-Única capital del mundo sin semáforos
-Una de las economías más pequeñas del mundo
-La democracia llegó por el empeño del Rey y contra la voluntad de sus súbditos
-Su constitución se inspiró en la española
-Los pacientes pueden elegir tratamientos de medicina occidental o tradicional (herbácea)
-La marihuana crece libremente en las cunetas de las carreteras

Todo esto es igual a Bután, un pequeño país  de apenas 700.000 habitantes encajado entre los dos Estados más poblados de la Tierra: la India y China. Con todos estos datos nos resulta imprescindible encontrar a este país entre los diez más felices del mundo, concretamente el octavo de entre los 178 estudiados en el Mapamundi de la Felicidad, una investigación dirigida en 2008 por el profesor de la Universidad de Leicester, Adrian White. Delante de Bután se encontraba Dinamarca, Suiza, Austria, Islandia, Bahamas, Finlandia y Suecia, claro que ninguno de ellos tiene un PIB per cápita de 5.312 dólares (seis veces menor que el español).




Todo comenzó el 2 de junio de 1974 cuando Jigme Singye Wangchuck, en su discurso de coronación como cuarto rey de Bután dijo: “La felicidad interior bruta es mucho más importante que el producto interior bruto”. Quizás penséis que esa afirmación la hizo debido a su temprana edad, 18 años, o su abrupta subida al poder después de la repentina muerte de su padre. Pero entonces qué excusa le pondríamos al querido presidente francés Sarkozy cuando en febrero de 2008 creó la Comisión Internacional para la Medición del Desempeño Económico y Progreso Social que determinó que el PIB se utiliza de forma errónea cuando aparece como medida de bienestar. Y es que esta inquietud empieza a ocupar las agendas de influyentes mandatarios, convirtiéndose en uno de los debates más interesantes que se están produciendo en el pensamiento económico mundial.

El artículo 9.2 de la Constitución de Bután establece: "El Estado se esforzará en promover las condiciones que permitan la consecución de la felicidad interior bruta". La idea es que el modo de medir el progreso no debe basarse estrictamente en el flujo de dinero. El verdadero desarrollo de una sociedad, defienden, tiene lugar cuando los avances en lo material y en lo espiritual se complementan y se refuerzan uno a otro. Cada paso de una sociedad debe valorarse en función no sólo de su rendimiento económico, sino de si conduce o no a la felicidad.

El concepto butanés de la felicidad interior bruta se sostiene sobre cuatro pilares:
1. Un desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo.
2. La preservación y promoción de la cultura.
3. La conservación del medio ambiente.
4. El buen gobierno.

Lo que medimos afecta a lo que hacemos. Si nuestros indicadores sólo miden cuánto producimos, nuestras acciones tenderán sólo a producir más, por esta teoría, el FIB (Felicidad Interior Bruta) debía de pasar de ser una filosofía a ser un sistema métrico. Así se creó un índice para medir la felicidad.

La materia prima es un cuestionario que responderán los ciudadanos butaneses cada dos años. La primera encuesta se realizó entre diciembre de 2007 y marzo de 2008. Un total de 950 ciudadanos de todo el país respondieron a un cuestionario con 180 preguntas agrupadas en nueve dimensiones:

1. Bienestar psicológico.
2. Uso del tiempo.
3. Vitalidad de la comunidad.
4. Cultura.
5. Salud.
6. Educación.
7. Diversidad medioambiental.
8. Nivel de vida.
9. Gobierno.

Algunas de las preguntas del cuestionario son:
-¿Cómo definiría su vida?
            a) Muy estresante
            b) Algo estresante
            c) Nada estresante
            d) No lo sé

-¿Ha perdido mucho sueño por sus preocupaciones?
-¿Ha percibido cambios en el último año en el diseño arquitectónica de las casa de Bután?
-En su opinión, ¿cómo de independientes son nuestros tribunales?
-En este último mes, ¿con qué frecuencia socializó con sus vecinos?
-¿Cuenta usted cuentos tradicionales a sus hijos?

Pero os preguntaréis, cuál es el proceso que siguen para medir la felicidad. Pues bien, una vez procesada la información de las encuestas, determinan en qué medida cada hogar ha alcanzado la suficiencia en cada una de las nueve dimensiones con unos valores de corte. Si supera estos valores de corte, en cada indicador se le atribuye un cero. Si, por el contrario, el encuestado no llega al valor de corte, se le resta el resultado al valor de corte y la solución se divide entre el propio valor de corte. Por ejemplo, si el límite de la pobreza es 8 y el encuestado alcanza 6, el resultado se obtiene: (8-6) / 8 = 0,25. Es feliz quien haya alcanzado el nivel de suficiencia en cada una de las nueves dimensiones (0). Pero, ¿y el FIB? Pues la felicidad interior bruta es igual a 1 menos la media del cuadrado de las distancias respecto a los valores de corte, un lío vamos.

Pero bueno, quizás este nuevo concepto ayude a que se tenga más credibilidad en los gobernantes y demás ­­­­parásitos de la actualidad ya que todos los que hayan visitado este pequeño país podrán volver a sus casas sin haber escuchado un solo insulto o descontento acerca de su rey Jigme Singye Wangchuck, casado con cuatro hermanas y padre de diez hijos, uno de ellos actual rey de Bután.

Fuentes:
El reino que quiso medir la felicidad
Mar Fernández Blanco: http://elespectadorinquieto.blogspot.com/







domingo, 7 de noviembre de 2010

BRUNEI, EL PAÍS SIN CRISIS

Quizás hayáis oído hablar sobre el Sultán de Brunei o Kebawah Duli Yang Maha Mulia Paduka Seri Baginda Sultan Haji Hassanal Bolkiah Al-Mu'izzaddin Waddaulah Almarhum Sultan Omar Ali Saifuddien Sa'adul Khairi Waddien, para los amigos. Bueno, pues este hombre de 64 años, es la máxima autoridad del Estado de Brunei, país del sudeste de Asia que se encuentra en el norte de la isla de Borneo, que cuenta tan sólo con unos 400.000 habitantes pero que es sumamente rico con 10.016 millones de euros de PIB y una renta per cápita de 40.000 euros.



Una vez situado este maravilloso país, deben saber que todo lo que rodea a este Sultán es lujo y extravagancias, pero también generosidad. Según unos datos publicados por el periódico alemán Bild, su ama de llaves tiene un salario anual de 10,4 millones de euros y su mayordomo de 9,4 millones de euros. Pero las cinco damas que llevan su oficina de relaciones públicas tampoco cobran nada mal con 8,36 millones de euros cada una. Aunque eso no es todo, su hermano pasó unos días en Madrid el pasado mes de mayo y reservó toda una planta del Hotel Villa Magna donde los empleados se turnaban para atenderle porque tanto él como su séquito dejaron propinas de hasta 500 euros.

Aunque ya no es el hombre más rico del mundo, se cree que todavía acumula un patrimonio cercano a los 20.000 millones de dólares. Istana Nurul Iman es el nombre de su palacio que tiene nada más y nada menos que 200.000 metros cuadrados. Para que se hagan una idea, es más grande que el Palacio Real de Madrid y el de Versalles unidos, solo es superado en extensión por la Ciudad Prohibida de Pekín. Esta compuesto por 1.788 habitaciones, 257 baños, garaje para 110 coches (insuficiente para su gran colección de 5.000 automóviles, sólo Rolls Royce posee 165), cuenta con una bóveda dorada más grande que la del Vaticano, un salón para banquetes con capacidad para 4.000 invitados, una mezquita que permite recibir a 1.500 personas, 18 ascensores y un establo con aire acondicionado donde se alojan sus más de 200 caballos de pura raza, entre otros lujos. El palacio se utiliza para las funciones de Estado y sólo se abre al público para la celebración anual islámica de Hari Raya Idulfitri, cuando recibe cerca de 110.000 visitantes en un período de tres días.


El Sultán de Brunei ha sido de la misma dinastía desde el siglo XIV y su forma de gobierno es la monarquía absoluta. Este país es uno de los pocos que no reconoce el sufragio femenino pero no es un problema al no contar con elecciones: el Estado ofrece al pueblo seguridad social y educación pública, entre otros privilegios, a cambio de que no tengan derecho a voto. Es un cambio razonable si tenemos en cuenta que más del 80% de la población trabaja para el Estado.